Los ingenieros

-Damas y caballeros, les presento el mayor logro de la ingeniería genética y la biónica del siglo-dijo el bioingeniero enfundado en su bata, al tiempo que retiraba la sábana que cubría el terrario que los hombretones de su departamento habían llevado a la sala de reuniones.
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Bitácora del internetófilo. Día 12

Me he despertado a una hora razonable y me he vestido rápidamente, pues estaba nervioso. Por primera vez en más de una semana iba a volver a entrar en contacto con Internet. Me he puesto mi camiseta de Bruce Lee (también mi camiseta favorita, me la regaló un amigo en la playa hará unos dos años, casi tres) Después le han seguido mis Levi’s 501 con mi cinturón psicodélico (Lo era, ahora el filigrana de amebas se ha borrado, pero cuando me lo compré era completamente de Austin Powers) Antes de salir me he tirado por encima la chupa (cuyo nombre es tan grosero que, si mis padres lo leyesen, me castigarían dos meses sin quedar, pero las personas más salidas lo ven venir, especialmente las que me conocen) y, finalmente me he aventurado a salir. No hacía mucho frío. Algo razonable, si hubiese hecho viento habría sido mil veces peor, pero, afortunadamente, no había nada de viento. A pesar de ello he cogido el autobús hasta «la Guarida». En lugar de llevarme la hora y media que me llevó ayer he tardado un quinto de ese tiempo.
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Diario del cosmonauta. Primer documento.

Mientras escribo estas líneas los motores comienzan a calentarse y se cierran todas las compuertas de nuestra nave. Lo primero que haremos antes del despegue (Según el reloj de la nave tendrá lugar en quince minutos) será ver un vídeo motivacional del Líder, principal responsable de esta expedición. Oigo como se cierra la última puerta de la nave. La bodega de carga, si se ha seguido el horario establecido, pero es muy posible que hayan hecho caso omiso de éste. En mi experiencia nunca hacen caso a nada a no ser que les estén apuntando con una 9 mm al melón. Me pongo en contacto con la torre de control.
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Bitácora del internetófilo: Días 9, 10 y 11

Día 9:No he hecho gran cosa. Destaca como he tratado de convencer a la chavalita que iba delante de mí de que, si volvía a chillar (estaba viendo una peli de terror), me transformaría en un vampiro y le chuparía la sangre. Este primer intento no ha dado resultado, pues ha resultado que era una fan de Crepúsculo (Lo que es peor, del Team Edward), de modo que sólo he conseguido que chillase más (Y más agudo) Unos veinte minutos después la he convencido de que era un cyborg cubierto de piel sintética y que, si seguía chillando así, me vería obligado a lanzarla fuera del autobús. He sido algo despiadado (Según su madre un cerdo b******o) pero era que se callase ella o que alguno de mis compañeros de autobús le cruzase la cara. Peor habría sido lo que hubiese hecho el colectivero, en un momento le he visto cargar un revólver.

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Bitácora del internetófilo: Día 8

Me he despertado temprano. A eso de las diez y media. He desayunado unas galletas que cogí ayer. Me dolía la espalda y no me extraña, no he dormido en la cama, me he caído a mitad de la noche. He comenzado a recoger la habitación y a hacer la maleta para poder salir antes de mediodía. Cuando he terminado he bajado a la recepción y he pagado las noches que he pasado en este horrible hotel. El recepcionista tenía mala cara, pero no estaba enfadado, algo relativamente sorprendente en él (desde que llegué estaba de un humor de perros) Me ha cobrado eficientemente y sin mediar palabra, algo que he agradecido, teniendo en cuenta mi dolor de cabeza.
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