El Jinete, Parte 4

Samuel estaba limpiando los vasos de sus habituales cuando El Jinete entró a su saloon. Dos días antes, una mujer similar le había asegurado que ella era El Jinete. Ahora, el sheriff Klein le había dicho que esta segunda mujer era El Jinete de verdad. Sam ya no sabía qué creer. Ahora, para ahorrarse problemas, le iba a pedir su nombre real y dejarse de tonterías. Nada de motes, nada de pseudónimos, nada de noms de plume, nada de tonterías.
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El Jinete, Parte 2

Mientras El Jinete había tenido su corto duelo con la Duquesa, en la casa del alcalde, todos los vecinos (adultos, al menos) de Kenseyton habían estado charlando, riendo, bebiendo o, en su defecto, alguna estrafalaria combinación de las tres anteriores. Afortunadamente, pocos de ellos estaban combinando beber con charlar o reír, puesto que casi ninguno consideraba babear cerveza como un absoluto idiota una característica atractiva.
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El Jinete, parte 1

Mientras que la mujer que se había bajado de Zancos el día anterior había sido la encarnación misma del peligro y había ido por la calle exigiendo respeto por su apariencia, la mujer que se apeó del caballo blanco no exigía respeto. No le hacía falta pedirlo para recibirlo. Tenía el gesto duro y curtido por años cruzando la frontera con Latika y los áridos desiertos del sur de Horza.

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