No fue el frío acero el que me arrebató la vida de una vez por todas. Son muchas las formas de morir, y la que sufrí fue sin duda la más cruel, la más violenta, y la más dolorosa.
Todo comenzó el día en que decidí, nublado por el ansia de gloria de un hombre demasiado joven para ser dueño de su destino, embarcarme a tierra santa en busca de quién sabe qué.
Podría escribir cientos de libros contando de mil formas las aventuras que viví desde mi amada Inglaterra hasta aquel desierto que llaman sacro. Pero lo que trae cuenta esta noche es cómo dejé de ser Siger de Hertford, y me convertí en un despojo carente de alma y señorío.
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