Cristales rotos

Lo primero en entrar en contacto con la pared fue el parachoques. En ese momento todo empezó a pasar lentamente; el capó se dobló por la mitad, cumpliendo así las previsiones de los ingenieros, las lunas se rompieron en esquirlas romas, para minimizar los daños en el interior del vehículo.
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Sector 16. Parte III (Final)

Estruendo, llamarada y el hundimiento de la calle se sucedieron en apenas un segundo. Myre logró ascender gracias a la cuerda que alguien dejó caer desde la superficie, pero Bors acabó aplastado bajo los escombros. Los predator quedaron igualmente enterrados en la profundidad del subterráneo, junto a casi todas las tropas del gobierno. Misión cumplida, de no ser porque Augusto era quien la había salvado.

-Fin del viaje-susurró el hombre  aseado y de pelo excesivamente brillante

No iba acompañado por nadie. Ni siquiera escolta. Myre lo encañonó con su pistola.

-Dispara-ordenó el conocido jefe de la policía

Myre dejó caer el arma al suelo.

-No

-Haces bien. Ahora mismo hay 12 francotiradores apuntándote. De hecho, también te estaban vigilando mientras observabas el vuelo de nuestros Firehawk y apuntabas las rutas.

-¿Cómo?

Myre estaba atónita. Sólo Bors sabía que ella vigilaba los aviones y dónde se escondía para hacerlo.

-¿Bors era de los vuestros?-preguntó ella

-No. Bors era una marioneta de la rebelión. Vuestro Pretor ordenó el mando de vuestro grupo a un sicario que  mandaba las órdenes de forma anónima a Bors por correo electrónico. Fue fácil dar con vuestro Pretor, de hecho lo denunciaron varias personas del Sector 16. Y bueno lo torturamos, nos dio la dirección del piso franco donde se escondía el sicario, entramos y lo abatimos. Ya sólo quedaba acabar con el ejército rebelde, si es que puede llamársele ejército

-Ah. ¿Y por eso sabíais que vendríamos aqui?

-No. Los planes del sicario para vosotros eran otros. Tenia buenos planes. Buenísimos. Tan buenos que habríais logrado la independencia. Lo que hicimos fue mandar nosotros los correos para Bors. Le dijimos dónde colocar los cañones antiaéreos para que resultaran fáciles de inutilizar con misiles dirigidos por satélite. Y le pedimos un plano con los cuarteles rebeldes y nos los dio. Pero supimos que no todos. No se fiaba del todo.

-Bien jugado

-Y esta operación suicida se la ordenamos nosotros, claro. Vaya estupidez. Ve con todo tu patético ejército a la puerta del Ministerio, lánzate al metro si ves soldados del Gobierno, y vuela por los aires la columna que sostiene el techo. En otras palabras, os ordenamos suicidaros.

-¿Y ese rebelde que activó el explosivo sin dejarnos escapar era de los vuestros?

-No. El explosivo que le hicimos llegar a Bors lo controlábamos nosotros. Lo hicimos explotar nosotros. Vuestra rebelión era inútil desde que nosotros la controlábamos.

-Mierda-susurró Myre- ¿Y yo que?

-Tu nos ayudarás a dar con el resto de rebeldes. Sé que Bors dejó un grupo al margen por si acaso fracasabais.

-No habéis contado con algo

-¿El qué?

-Que Bors nunca dejó ese grupo al margen.

Myre pulsó un botón de su pulsera electrónica. En ese momento las ventanas del último piso del edificio más cercano al ministerio estallaron, y dos helicópteros de combate emergieron como por arte de magia de él. Augusto se tiró al suelo, pero Myre hizo lo mismo, y desde esa posición buscó en cuestión de un segundo la situación de los 12 francotiradores. Golpeó a Augusto en la cabeza, levantó el cuerpo y se lo puso encima a modo de cobertura. Marcó los objetivos con un láser. Los helicópteros hicieron su tarea con eficacia. Borraron del mapa a los francotiradores con ráfagas de misiles.

-Mierda-murmuró Augusto

-Esta se te ha escapado , ¿eh?-bromeó Myre, poniéndose en pie-No vuelvas a decirme cuántos francotiradores tienes

-No lo he hecho-soltó Augusto mientras comenzaba a erguirse

-Buen farol, pero no eres tan listo

La joven ejecutó al jefe de la policía de un disparo en la cara. Los helicópteros se situaron sobre ella y le descolgaron una escalerilla, por la que subió sin perder más tiempo.

-Tenemos que salir de aquí. Nos han traicionado-soltó ella

-¿Dónde vamos?

-A las montañas. Ya. Y haznos invisibles

Ambos helicópteros activaron el camuflaje y desaparecieron al instante.

El presidente del Gobierno rió mientas veía la escena grabada por las cámaras del Ministerio.

-Bien jugado. Pero el piloto es mío.

Y disfrutó de la carcajada generalizada de la sala del Consejo de Ministros.