–¿Aquí nunca viene nadie o qué? –preguntó Laura a las dos semanas de empezar su nuevo trabajo.
–Normalmente no. Es muy tranquilo –explicó Calvin, asomando la cabeza por la trampilla y ofreciendo una galleta a su empleada–. Es el trabajo perfecto para un misántropo como yo. Y contigo aquí, ha mejorado. Mi interacción con la gente ya es nula.
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