El Despido, parte 4

–¿Aquí nunca viene nadie o qué? –preguntó Laura a las dos semanas de empezar su nuevo trabajo.

–Normalmente no. Es muy tranquilo –explicó Calvin, asomando la cabeza por la trampilla y ofreciendo una galleta a su empleada–. Es el trabajo perfecto para un misántropo como yo. Y contigo aquí, ha mejorado. Mi interacción con la gente ya es nula.
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El Despido, parte 3

La tienda de Calvin era deprimente y oscura. No estaba mal iluminada, al contrario. Las luces eran neones potentes y ninguno de ellos parpadeaba como siempre pasaba en las tiendas tristonas. Bueno, quizás uno en la trastienda, pero no se veía desde donde Laura estaba.
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El Agente

El coche entró al garaje, las ruedas chirriando de manera desagradable y violenta. Navegó las tripas del edificio hasta llegar a su plaza. El motor del Volkswagen blanco rugió una última vez antes de que los focos se apagasen. En el interior, el detective se pasó la mano por la cara. Una vez terminó, salió del vehículo. Atado a su espalda estaba su seis-tiros del .38. No era bonito. No era feo. Hacía su trabajo, que era lo importante. Abría boquetes donde los tenía que abrir. Punto.
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