El caso de los libros, parte 6

Salí del piso de la muchacha y eché un vistazo a la hora. Eran casi las diez. No podría llegar a una hora razonable a la residencia de Colette Winkle (aunque supiese, que no lo sabía, dónde estaba), pero no hay descanso para los malvados. El problema con eso es que significa que tampoco hay descanso para los que les damos caza.
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