El caso de los libros, parte 9

¿Así que la chica esta se creía que me podía encerrar en su psique y librarse de mí?

Claramente, no la habían preparado para lidiar conmigo. Le habían explicado lo básico, pero no lo avanzado. Me abotoné la gabardina y aseguré el Auto, y salí disparado.

Había hecho bien dejando el coche aparcado delante del edificio de esa maldita Colette Winkle. Lo único que tenía que hacer ahora era meterme dentro del coche y vigilarla. No sabía la que se le venía encima. No le iba a caer con todas las de la ley, pero sí le iba a caer con… con… ¡con fuerza, demonios!

Volví por el mismo camino que había cogido la noche anterior. Ya habían quitado el precinto policial a la floristería. Todo parecía haber salido a pedir de boca. Normalmente, los policías se quedaban un día en casos en los que se hubiese derramado sangre.

Curioso.

De camino a López del Ocho, decidí comprarme un periódico. Eché un vistazo rápido a la portada. No decían nada de mí. Ni tampoco en el interior. Eso era bueno.

De pronto, algo llamó mi atención.

La fecha. Tenía que estar mal. Si no lo estaba, significaba que la maldita Colette Winkle me había tenido atrapado durante dos días.

–¡JODER! –chillé.

Las miradas de la gente no fueron demasiado agradables. Lo único cómico de eso fue cómo una señora se agarró las perlas y murmuró un par de palabras de sorpresa.

Me ajusté el cuello de la gabardina y continué mi camino, esta vez todavía más furioso.

Abrí el Charger y, de la guantera, saqué papel y bolígrafo. Ahora tendría que investigar a la señorita Colette a la vieja usanza, tomando apuntes y fijándome en las cosas no mágicas.

Día uno:

Me siento en el Charger y me pongo cómodo.

Recito un mantra para pasar desapercibido. Eso no impide que le pongan una multa a mi coche. Volatilizo la multa en cuanto toca el parabrisas. El agente de movilidad da un chillido y un saltito y sale corriendo (15:59).

En la puerta del 13 veo a un hombre entrar (17:03). Metro noventa, cabeza rapada, botas de combate y mochila cargada. No pega con la decoración.

Entran y salen personas del edificio. Son residentes.

El hombre afeitado sale pasada la medianoche (00:22). Su mochila está visiblemente descargada y he visto cómo una luz se apagaba en el ático unos cinco minutos antes de que saliese del edificio.

Descanso un poco hasta que el portero se va.

El portero se va a dormir a la una (01:03). Le releva el segurata.

El segurata va al cuarto de baño.

Voy corriendo a la puerta y pinto una runa con tiza sobre ella.

Me duermo.

La runa hermana que tengo en el coche me despierta. Alguien ha tocado la puerta (03:19). El segurata está fumando un pitillo.

Me duermo de nuevo.

Día dos:

Me despierta la runa (06:47).

Salen todos los residentes que tienen trabajo.

Colette Winkle sale a dar un paseo (10:29).

Colette Winkle vuelve de su paseo con un libro (12:42).

Más residentes entran y salen.

El agente de movilidad vuelve a probar suerte (14:47). Mismo resultado. Algo menos cómico que ayer.

El hombre afeitado (Billar) vuelve (16:58). Al igual que ayer, lleva la mochila cargada.

Pasada medianoche (00:34), Billar vuelve a marcharse. De la misma manera que anoche, su mochila está vacía y se ha apagado una luz del ático.

La noche es igual que la anterior.

Aprovecho para revisar los contenedores de basura.

Una bolsa parece estar llena de material que ha sido recientemente usado en un encantamiento.

Junto con el brillo que percibí al salir de la psique de Colette Winkle, me hace sospechar que la chica tiene a Liling en su apartamento y está intentando que nadie sepa que está ahí.

Día tres:

Me despierta la runa (07:12).

Nada de interés por la mañana.

Salgo a colocar una runa de rastreo en la puerta (16:41). Rezo porque nadie abra la puerta desde fuera antes de que Billar lo haga.

El agente de movilidad vuelve a mi coche (16:55), esta vez acompañado de su superior. En esta ocasión, resulta más cómico no hacer nada para que parezca un poco… ido. Ambos agentes discuten. Echo en falta una cámara de vídeo.

Billar entra al edificio (17:06).

Billar sale a la calle (00:26).

No me hace falta revisar el contenedor de basura para saber lo que ya sé.

La runa de localización ha surtido efecto. Espero a que se haya alejado de mí un poco y le sigo en el Charger.

El chico estaba saliendo de Noctua. No me hacía particular gracia dejar atrás la gran ciudad, pero no me quedaba otra si quería hacer mi trabajo bien y era lo poco que me quedaba.

Puse el coche en marcha y me adentré en la negrura que caracterizaba las afueras de la civilización.