El refugiado

Kayyen al~mani rezaba tres veces al día, todos los días de la semana, sobre una alfombra persa tejida en Kabul. Rezaba pidiéndole a Dios que expulsara a los shorawi, de una vez por todas, del triste país que habían dejado a su paso.

Kayyen se levantaba temprano, a las 7, preparaba un té y contemplaba durante una hora la televisión  apagada. «los shorawi abandonan Afganistán» imaginaba. Encendía la television a las 8 menos cuarto, justo a tiempo para el telediario. «La ocupación de Afganistán se lleva 20 vidas y desencadena una nueva oleada de refugiados». Kayyen apagaba el televisor. Quizás mañana. Quizás algún día oiría la tan esperada noticia y podría regresar.

El Obscuro Mineral

En las profundidades del Infierno relucen unas piedras negras. Negras como el alma de los condenados al eterno castigo. Algunas personas han conseguido hacerse con unos pequeños pedazos de ellas. Estos hombres y mujeres no eran gente ni buena ni mala, simplemente sabían lo que querían, algunos deseaban un mundo mejor y pensaban que con la piedra lo conseguirían, otros anhelaban riquezas sin fin y veían en el negro mineral el medio para conseguirla. Eran, pues, gente que regía su vida por la máxima «El fin justifica los medios»
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