Caballero errante, parte 3

Afortunadamente para Sarah y – lo que quedaba de – su cordura, la ventanilla CTCH y, en concreto, la cola 22, estaban casi vacías.

Solo tuvo que esperar media hora, intentando no moverse demasiado para no llamar la atención de alguno de los burócratas. Después de todo, eso podía implicar (la chica evitó estremecerse con el escalofrío que recorrió su espalda al pensar en ello) rellenar formularios.

–Buenos días –sonrió la muchacha al llegar a la ventanilla CTCH.

–¿Cómo puedo ayudarla? –contestó una burócrata, sonriendo igual de ampliamente que la chica.

–Verá, he perdido el documento 5A-25b y, para recuperarlo, me han dicho que necesito el formulario Z-54c, pero para eso necesito…

–El K#7, ¿no? –interrumpió la mujer, educadamente, comenzando a hacer amago de abrir un cajón.

–Sí, así es –respondió Sarah, ampliando su sonrisa aún más.

–Asumo que tiene el AA-12b a mano.

–¿Perdón? –dijo la chica, con una sonrisa desconcertada adornando su cara y un tic nervioso haciendo lo propio con su ojo.

–Sí, claro. Para pedir el K#7 en el día de Caballerizas necesita el AA-12b. Si no lo tuviese, el sistema se desplomaría y caeríamos en la anarquía. No quiere usted que la Burocracia caiga en la anarquía, ¿verdad?

–No, no, claro. ¿Qué clase de monstruo sería si lo quisiese? –rio Sarah, nerviosa.

–Uno terrible.

–Entonces, ¿dónde puedo conseguir el AA-12b?

–En la quinta planta, ahí, en la ventanilla TP, la atenderán.

–Gracias –contestó Sarah, girándose mientras sacudía su mano a modo de despido.

–De nada. Siguiente.

La chica esquivó al pobre diablo que se había pasado los últimos veinticinco minutos detrás de ella y subió las escaleras.

Dos pisos más tarde, estaba a la cola de la ventanilla TP.

No era especialmente corta, tristemente.

A la cola con ella, había un par de abogados acompañados de caballeros. Algunos de ellos charlaban entre sí, incluso.

Los abogados (y los leguleyos también) solían trabajar para la Burocracia desde fuera. Generalmente, ayudaban a la gente a navegar el laberinto que era el sistema burocrático. Sacarse el título de abogado le permitía a uno ayudar a la gente con formularios oficiales automáticamente. También, les daba permiso a representar a gente en juicios, pero todo el mundo sabía que ahí no había nada de dinero. Prestigio sí, pero no dinero.

Los leguleyos, por su parte, solo podían ayudar con documentos de la Burocracia. Para ello tenían que tener un amplio conocimiento legal y del sistema, pero no tenían un sello bonito sobre su recibo, de manera que no tenían la misma fama que un abogado. Ni permiso a llevar los espléndidos sombreros que sus “hermanos mayores” usaban para adornarse las seseras.

Probablemente, las parejas de caballeros y abogados estaban formalizando alianzas o contratos. El término específico dependía del cinismo del hablante.

Sarah nunca había estado en la quinta planta, de manera que no sabía cuántos formularios repartían en ella, pero, a juzgar por la mezcla de gente que estaba a la cola con ella, los archivadores de la ventanilla TP eran increíblemente diversos.

Tres cuartos de hora más tarde, la chica se plantó debajo del cartel que rezaba TP y blandió su mejor (que no más sincera) sonrisa.

–¿Cómo puedo ayudarla, señorita? –preguntó un ancianito desde detrás de sus gafas de media luna.

–Verá, necesito el formulario AA-12b para conseguir el K#7 y, a su vez…

–El Z-54c y, después el 5A-25b, ¿no?

–Así es –contestó la chica, un tanto animada por el genuino interés del hombre–. ¿Cómo…?

–Suele pasar con los caballeros como usted, señorita.

–Ah. Mu… muchas gracias.

–De nada. Aquí tiene –continuó el burócrata, sacando un formulario y dejándolo sobre la tabla que hacía las veces de mostrador.

Sin embargo, antes de que Sarah pudiese cogerlo, el anciano, veloz como un relámpago, lo retiró.

–Lo siento, señorita, pero el AA-12b no puede ser rellenado si uno tiene un arma blanca. Si su arma de elección fuese un lucero del alba o algo similar, todavía. Pero con una espléndida espada como la suya, tiene que entregar el formulario B3-A56b.

La chica notó cómo su mejilla derecha intentaba comerse su ojo de los nervios.

–¿Sí? ¿De veras? ¿Y me haría falta algún formulario antes de conseguir el B3-A56b? –dijo, intentando no desenfundar su espada.

–No, no. Se lo darán inmediatamente en la séptima planta. Ventanilla LBR –contestó el sonriente anciano.

–Gracias –exhaló Sarah, dándose la vuelta y alejándose de la ventanilla al tiempo que se crujía los nudillos.

La chica subió las dos plantas lo más rápido que pudo.

No solo no había nadie en la ventanilla LBR, sino que la planta entera estaba vacía a excepción de un bedel.

–¿Perdón? –dijo la chica, llamando su atención.

–¿Sí?

–¿Dónde… dónde están todos?

–Bueno, hoy es el día de Caballerizas, ¿sabe?

Sarah sonrió amplia y violentamente, y asintió leeeentamente.

–Pues es que hoy la séptima planta libra. Es así todos los años, ¿sabe?

–No, no lo sabía –respondió Sarah, desplomándose sobre uno de los bancos.

–¿Tiene los documentos para sen…? –comenzó el bedel.

Sarah arqueó la ceja en réplica. Eso silenció al hombre.

También, siendo francos, comenzar a desenfundar su espada había ayudado un poco más.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.